Hace algunas semanas, leyendo La Nación Revista, encontré una columna de Albino Gómez, periodista, escritor y diplomático interesado en cuestiones del lenguaje, que me pareció muy valiosa para compartir en este espacio.
«Hasta la productividad de una empresa -la capacidad de acción efectiva de la organización y de los individuos que la conforman- se puede definir en sus prácticas lingüísticas. Vale decir que a través de su cuerpo de conocimientos, la Ontología del lenguaje nos permite observar, en primer lugar, al ser humano como individuo inserto en un medio social, constituyéndose como tal en su interacción con otras personas a través del lenguaje. También nos permite observar la trama en la cual un individuo coordina acciones con otros, sus actos lingüísticos y las narrativas personales y sociales que constituyen su identidad como persona», decía una parte central del texto.
Y algo nos queda claro: hablar de comunicación no es sólo hablar del contenido. Tampoco es hablar de los medios y soportes. La comunicación es un sistema completo y complejo y, para saber cómo está funcionando, necesitamos detenernos y responder preguntas como ¿qué espacios estamos abriendo para «dialogar»? ¿Quiénes son los que, efectivamente, pueden emitir un mensaje en mi empresa? ¿Quiénes son los destinatarios de esos mensajes? ¿qué feedback estamos obteniendo? ¿qué hacemos con ese feedback?
En la convivencia de nuestros equipos de trabajo siempre va a haber un «qué», algún contenido para emitir. Pero la estrategia debe centrarse en optimizar el «dónde» y el «cómo» se esas conversaciones. Optimizar los fenómenos internos de comunicación es la única manera de generar espacios para abrir el diálogo genuino.
Por: Lic. Mariana Brizi