¡Qué lindo que es conectar!

Descubrirte compartiendo proyectos con personas con tu misma vibra. ¡Qué lindo es que se generen instantes que cortan y transforman la energía de tu día o de tu semana! Y me parece increíble que este espacio, pueda generase, incluso, de forma digital.

A Romi (mi co-equiper de Quemadas) la veo (¡con suerte!) cada 6 meses. Vivimos a 20 cuadras, pero no es tan fácil que nuestras agendas hagan match. Sin embargo, una vez al mes, la cita con nuestro podcast, Quemadas, es impostergable.

Y te digo la verdad, llegamos como locas… a veces despeinadas, cansadas, a las corridas. Maquillándonos 30 segundos antes de encender el live. Mandándonos un mensaje de “bancame que ya me conecto”, o un “me preparo el café y estoy”. También existen esos días en los que nos conectamos al programa cruzando los dedos para que nuestros hijos, que están en la habitación de al lado, no entren a los gritos a interrumpirnos. ¡Nos pasa de todo desde hace 1 año y medio que compartimos esta aventura!

Antes de empezar cada episodio (esto no se lo consulté a Romina pero estoy casi segura de que coincidiría), nos replanteamos ¡para qué cornos nos sumamos una tarea más a la agenda!, ¡con qué necesidad! Pero, cuando cerramos, la respuesta se precipita por sí misma. No nos quedan dudas: ¡somos felices haciendo lo que hacemos! Porque, sea como sea, estos 30 minutos de encuentro mensual son un verdadero templo. Un ritual sagrado. Y no soy exagerada. Te lo juro, no hay día que no cortemos la transmisión y nos llamemos para decirnos “che, qué bien que la pasé”, “estuvo genial”.

Después de más de 16 años de trabajo independiente, aún valoro y priorizo los vínculos que me sostienen en lo laboral y en lo personal. Porque solas no se puede.  Ni vivir, ni crear, ni trabajar, ni (¡mucho menos!), maternar. Porque podemos emprender mucho, hacer miles de cosas, desafiarnos con proyectos de todos los colores. Pero encontrarnos, reunirnos, proyectar, hacer realidad sueños… ¡eso solo es posible en alianza!

¡Cuánto más productivos somos cuando nos relacionamos!

¡Cuánto más se disfruta la vida cuando la compartimos!

El trabajo colaborativo es un proceso en sí mismo satisfactorio. No importan demasiado los resultados. El camino ya vale la pena.

Y, hablando de compartir y de reconocer que somos seres sociales, tengo una última confesión que hacer, algo en lo que vengo pensando mucho últimamente: como buena porteña, amo la ciudad y la vida en las grandes urbes. Pero, te confieso, me está generando grandes replanteos la sobrepoblación que se percibe, incluso, en los pequeños barrios, que hasta hace poco eran tan tranquilos. Pero esto lo dejo para otro artículo (¿te interesaría que siga filosofando?)