Por Mariana Brizi
Muchas veces tenemos tanto para decir que cuando nos sentamos a escribir las ideas se nos mezclan y terminamos generando comunicaciones tipo “laberinto”, en las que realmente no se entiende cuál es el tema central. ¿Te pasó alguna vez? Entonces te van a venir muy bien estas recomendaciones:
- Expresá las ideas de a una. Aunque tengas mucho para decir, la recomendación es comunicar siempre primero lo más importante, y luego, ordenadamente, ir sumando las demás ideas, tratando de que el texto sea lo más simple y conciso posible.
- Creá frases cortas y conservá un “ritmo” en la redacción. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando elabores tu texto, procures que todos los párrafos tengan una extensión similar (y que no haya una oración larguísima, seguida de otra súper corta perdida por ahí).
- Utilizá el punteo o listado de ideas: es un buen recurso para resaltar temas centrales, pero siempre y cuando tenga un verdadero sentido de ser. Por ejemplo, este esquema es ideal si estás enumerando cualidades, dando consejos puntuales, destacando beneficios de tu producto, etc. Pero ¡cuidado! Como en todos los aspectos de la vida, es conveniente no abusar. Un recurso es efectivo cuando lo usamos con precisión y para resaltar aspectos verdaderamente relevantes.
- Y hablando de enumeraciones, controlá que cada comienzo de oración, dentro de ese listado, responda de manera coherente a la consigna inicial. Por ejemplo, nosotros venimos comenzando este listado con verbos imperativos que movilizan a la acción: Expresá, Creá, Utilizá, Controlá…
¡Un secreto final!
Ubicá siempre lo que consideres más importante o atractivo al inicio y al final de tus textos: al inicio, para lograr captar la atención de tu destinatario; y al final, para darle ese plus diferencial a tu lector, en agradecimiento por haber leído todo tu mensaje.
¡Así que ya tenés varios puntos para empezar a replantear tus contenidos! Ahora, poné manos a la obra y si tenés alguna duda, escribinos. Con muchas ganas responderemos tus consultas.