Amigues, amigxs o todes, lo que llama la atención no es “el ruido” que genera el lenguaje inclusivo, o lo que “perturba”, como dijo hace poco en una entrevista el filósofo Darío Sztajnszrajber, sino que además nos lleva a pensar en la eficiencia para lograr lo que pretende: ¿sirve realmente para visibilizar el tema de la igualdad de género, colabora en la concientización sobre esta problemática?

Hace algunos meses, una mañana lluviosa de verano, compartiendo un café en un bar, nos vino en mente este tema, nos pusimos a intercambiar pensamientos y surgió esta nota. Somos Romina Escorihuela, Lic. en Interpretación de conferencias en español, inglés y portugués, y Mariana Brizi, Lic. en Comunicación. Ambas emprendedoras y apasionadas por el uso de las palabras. Tanto, que tenemos sentimientos encontrados con este tema y por eso queremos compartir (muy humildemente) nuestra reflexión con ustedes.

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El lenguaje, como todo signo o herramienta, es dinámico, “sucede”, está en uso, tiene un movimiento propio y una flexibilidad necesaria para incorporar todo el tiempo palabras, modismos y expresiones. Ya estamos acostumbrados a ver anglicismos que terminan formando parte de nuestra lengua, como por ejemplo «delivery»; palabras que están muy de moda o que cambian de significado (hoy decimos “Es un día hermoso, mal” usando “mal” para enfatizar lo bueno) y también otras expresiones se van dejando de lado porque se asocian a otras épocas (hoy nadie preguntaría “¿cuál es su gracia?” para saber el nombre de otra persona, porque simplemente quedó en desuso).

Pero lo que sucede con el lenguaje inclusivo (o no binario) es que se trata de un cambio que quiere traspasar el lenguaje y generar impacto más allá de él mismo como herramienta expresiva. Se trata de un cambio o una transición que no termina de naturalizarse (por ahora, al menos) porque aparece, de pronto, como un llamado de atención que va desde el lenguaje hacia muchos otros lugares más. Como si se tratara de “usar al lenguaje” para darle visibilidad a una lucha igualitaria, a un reclamo social e ideológico o incluso a una cuestión cultural y generacional.

Es por eso que estamos frente un fenómeno algo inusual, que nos tiene expectantes… ¿hasta dónde llegará?, ¿se estabilizará y se incorporará para siempre?, aún no podemos saberlo. Pero lo lindo de debatir el tema es poder ver que hay algo que nos mantiene alertas y atentos, en este caso la cuestión de género, y entonces desde ahí comprender en qué puede colaborar el lenguaje con esta misión: las palabras no son inocentes, claro, y lo que decimos tiene que ver con lo que pensamos y lo que hacemos con lo que pensamos.

«El debate sobre el lenguaje inclusivo queda claro que nos ha llegado, no sé cómo de intenso es en Argentina, veo que mucho, pero en España no lo es menos. Es un asunto que ahora mismo se está tratando en todos los países hispanohablantes. Y razonablemente porque forma parte de la lucha por la igualdad entre el hombre y la mujer», dijo este año a la prensa Santiago Muñoz Machado, Director de la RAE, llevando la cuestión a una discusión global y agregó: “La Academia no modifica las prácticas del pueblo, lo único que hace es corregirlas. Constataremos cómo evoluciona en adelante«.

Por su parte, Alejandro Finocchiaro, exministro de Educación de la Argentina, señaló en 2019 que «La discriminación social está presente en el orden lingüístico, por lo que el problema del lenguaje es también un problema social«.

“¿Generar pequeños cambios en el habla nos hace más inclusivos? Personalmente creo que el cambio debe darse por varios canales al mismo tiempo, podemos ser muy inclusivos en nuestro discurso, pero totalmente excluyentes en las acciones. También creo que darle visibilidad a un tema no es poco, y tenernos acá analizando el fenómeno nos indica que hay algo que socialmente molesta y necesita un cambio. Hacia dónde irá ese cambio… habrá que esperar unos años más, porque los procesos sociales y del lenguaje son lentos y paulatinos” (Mariana)

 

“Creo que la reivindicación de género se puede impulsar desde otras perspectivas, como la afirmación de la propia identidad, las decisiones que tomamos con respecto al trabajo o nuestro comportamiento en sociedad… pero no desde la lengua. Escuchar palabras en lenguaje inclusivo durante una interpretación simultánea genera una interferencia que desorienta, porque aún no está claro cómo traducir a las lenguas extranjeras respetando la intención del orador y el significado que quiere transmitir, sin cambiar nada… ¿ cómo suena el lenguaje inclusivo en portugués, inglés, francés o italiano…? Es menester conocer el proceso en otras lenguas para que no se nos «acuse» bajo la vara del viejo y conocido proverbio italiano «traduttore, traditore» (traductor, traidor)” (Romina).

 

Con estas reflexiones entrecruzadas y para nada concluyentes, se nos ocurrió completar este debate con la voz de alguien mucho más idónea que nosotras. Se trata de Florencia Aguilar, traductorta (como ella misma se hace llamar) con más de 10 años de experiencia, especializada en traducción audiovisual, traducción queer y con perspectiva de género. Florencia se define, además, como feminista y activista del colectivo LGBT, es una de las 9 administradoras de la grupa Traductoras e Intérpretes feministas de la Argentina y también miembra fundadora de la Comisión de Traducción Audiovisual y Accesibilidad de la AATI (Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes). Cuando le pedimos un aporte, nos respondió:

Al hablar de LNB, se supone que hablamos de un movimiento puramente lingüístico, cuando en realidad, es una postura que también abarca lo social, lo político, lo cultural.  Su uso o relevancia debería ir más allá de las cuestiones de la normatividad de la lengua, porque como todes bien sabemos, la lengua fluctúa constantemente y eso es gracias a les hablantes de ella. La renuencia del LNB de quienes hablamos en español es curiosa, por decir algo, ya que ya varios idiomas tienen neopronombres. El inglés, sin ir más lejos, tiene un pronombre neutro que data del siglo XIV. ¿Entonces qué es lo que nos pasa con el LNB? Personalmente, creo que el uso del LNB tiene que ver con una postura más humana, tiene que ver con la empatía que tenemos hacia el otre, el respeto y la visibilidad de su identidad. La molestia que nos puede llegar a generar es porque nos toca la fibra que nos hace dar cuenta de la desigualdad que seguimos perpetuando, y no solo en la lengua. Y qué feo cuando nos pasa eso, ¿no? Cuestionémonos un poquito más y escuchemos todas las voces, no solo las de las academias.”

Seguir cuestionándonos, hermoso y GRAN desafío que nos deja Flor, ¿no les parece? Por nuestro lado, seguiremos siendo atentas observadoras de estos fenómenos del lenguaje, para poder ver su evolución, ya que ambas trabajamos con la palabra, desde diferentes perspectivas y hacia diferentes públicos, pero siempre buscando comunicar, respetando y cumpliendo los objetivos e intenciones de nuestros clientes. Aún no sabemos bien cómo terminará por estabilizarse el tema, ¿ustedes qué creen? Nos encantaría conocer sus opiniones.

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